El 10 de junio de 1943, los hermanos László y Georg Bíró –refugiados húngaros residentes en Argentina– patentan el bolígrafo.
Molesto por los trastornos que le ocasionaba su pluma estilográfica cuando se le atascaba, Ladislao, con la ayuda de Georg, –que era químico– logró sintetizar una tinta que era muy útil para la escritura a mano, pero que tenía el inconveniente de que no podía usarse con la pluma, ya que se trababa al escribir.
Ladislao ideó cómo solventar este problema observando a unos niños mientras jugaban en la calle con bolas que, al cruzar un charco, salían trazando una línea de agua en el el suelo seco: se dió cuenta de que, en lugar de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita.
Había nacido el bolígrafo. Setenta años después, es el instrumento de escritura más popular y utilizado del mundo.
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