Los psicólogos o psiquiatras ponen en cuestión que el maltrato sea la consecuencia de una enfermedad, sino más bien se inclinan por una explicación que tiene que ver con un sistema desigual. Es decir, un abuso de poder o de dominación que afecta a la sociedad.
Un maltratador suele comenzar acosando a la víctima, reduciendo su libertad, aislándola de su entorno (familia, amigos, etc), socavando su autoestima, bloqueándola y minando su percepción de seguridad, trasformándola poco a poco en dependiente.
“Se enoja cuando salgo con mis amigas”, “Me dice que no me maquille demasiado”, “No le gusta que lleve una falda muy corta”, “No quiere que hable con mis compañeros de trabajo hombres”, son las frases más frecuentes de aquellas mujeres que sufren del maltrato psicológico por parte de sus parejas.
Reprender, tratar como una niña, considerarla inútil o torpe, haciendo que cambie su forma de ser o de vestir, son también maneras de maltratar.
El maltratador suele abusar también de su poder, ya sea económico o físico y logra que la mujer se sienta culpable de su manera de hablar, de pensar, de actuar, etc. El problema de la culpabilidad es muy frecuente y también puede derivar en lo que se conoce en un “Síndrome de Estocolmo”, donde se evitan las situaciones que puedan generar conflictos o confrontación para no pelear o hasta separarse.
El ciclo del maltrato suele comienza en la infancia del mismo abusador, en muchos casos, o en algún tipo de trauma que le ha ocurrido durante sus primeros años de vida (hasta la adolescencia). Puede que el maltratador haya vivido en un ambiente de mucha violencia física o verbal y haya tenido que padecer el miedo, el abandono, la represalia, el control excesivo, los golpes, etc.
Los rasgos del maltratador
Estas son las características principales de una persona con claro perfil de abusador, maltratador o golpeador:
-Posesivo, dominante y exigente: una de las primeras acciones que toma es querer alejar a su pareja de la familia y de los amigos. ¿Cómo? Hablando mal de ellos, incomodándolos en público, queriendo “meter cizaña” en alguna discusión o problema, etc. Esto transforma la personalidad de la víctima, la priva del apoyo externo y la vuelve dependiente. Con el uso de la violencia ejerce el poder absoluto sobre los que hace, lo que piensa y lo que siente, aún en lo más íntimo de su ser.
-Egocéntrico: el mundo siempre tiene que girar en torno a él, pero nunca lo reconoce. Se hace lo que a él le gusta en todo momento (la película, el restaurante, el lugar de vacaciones, las salidas) y si no, se enoja. La mujer es un simple “satélite” que tiene que moverse a su alrededor, dependiendo de lo que le quiere y estar para complacerlo. Todo debe estar bajo su control y si ella desea disfrutar un poco de su independencia, mostrará sus rasgos más violentos.
-Mal temperamento: berrinches como los niños, pataletas, enfado, amenazas, mala cara, peleas, etc. Todo siempre está justificado por culpa del otro, no por razones internas. Dirá que tal actitud lo pone de mal humor, que tal respuesta es la causa de su enfado y una gran lista de etcéteras.
-Ridiculizar o humillar públicamente: estando en una reunión familiar o una cena con amigos no tendrá problema en “mostrar” a los demás los defectos de su pareja. “¿No les parece que está un poco excedida de peso?”, “siempre se equivoca”, “no sabe hacer la carne como a mí me gusta”, “es una desordenada”, etc.
Esto lo hace para mantener a la mujer bajo control, insultando, denigrando, hiriendo. Como consecuencia, se va destruyendo la confianza y sólo se pensará en los errores. Nunca se alegrará por los progresos o éxitos y minimizará cualquier logro. Los fallos personales saldrán a la luz antes que las virtudes, para que tenga la sensación de que siempre está haciendo todo mal.
-Controlador-paranoico: piensa que los demás se quieren aprovechar de él, de su dinero, de su poder, de sus contactos, de su sabiduría, de su experiencia, etc. Tiene una necesidad obsesiva de controlar a la pareja todos los días, mediante preguntas destinadas a buscar contradicciones.
El maltratador vigila constantemente los movimientos de su víctima, queriendo saber dónde está su novia o esposa, con quién se encuentra, a qué hora regresa, qué hace y qué no, con quién habla, por qué se retrasa unos minutos, etc. Considera a la otra persona su posesión, su objeto, no una persona con vida propia.
-Violento y agresivo: empieza de a poco rompiendo de platos a muebles o vidrios, golpeando a las paredes, tirando cosas al suelo o contra la persona, etc. Si se llega a este punto, es preciso hacer la denuncia y huir inmediatamente de él, no darle más oportunidades.
Parece muy simple de conseguir pero no lo es ya que el maltratador mantiene “atada” a la víctima de diferentes maneras, con una gran carga psicológica. Sin embargo, si varios de estos puntos te suenan familiares, estás en un problema que debes solucionar antes de que sea demasiado tarde.
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